El soul no fue sólo una de las bases del nuevo panorama musical que se avecinaba a finales de los 60. Su mayor influencia la hallamos en su aportación al cambio de orientación del rock en cuanto al estilo, simplemente mediante la instrumentación.
Frente a las pautas impuestas por el beat, basadas en la presencia de guitarras y batería, y centralizada en los grandes iconos que fueron The Beatles y Rolling Stones, el soul desenterró todos los instrumentos que el beat había enterrado, creando un sonido más rico y evolucionado en todos los sentidos. Asi, las secciones de viento comenzaron a funcionar incluso en el seno de grupos blancos, que imitaban el soul como moda.
Esta reivindicación de los instrumentos de viento, las brass sections, coincidió con el fin del beat propiamente dicho en 1968, y el nacimiento del vanguardismo, lo que ocasionó que el soul se presentara como una alternativa, una variante válida, como parte del cambio total.
Y todo este fenómeno no hubiera sido posible sin la presencia de estrellas que coincidieron en el tiempo, y sin las que quizá el
soul nunca podría haber sido lo que fue:
Otis Redding (de quien se celebraba ayer el 45º aniversario de su muerte),
Aretha Franklin, James Brown o
Wilson Pickett, entre otros.