Por caprichos del azar, y después de muchísimos años de inactividad musical, esta semana han coincidido en el tiempo dos acontecimientos en los cuales participo, y que llevo preparando desde hace un mes.
Por un lado, un festival benéfico organizado por una asociación local dedicada a tratar los trastornos de la alimentación, para lo que tenía que tocar la guitarra y cantar una canción junto a un grupo de padres de alumnos de un colegio de la capital, y que se llevó a cabo ayer viernes; por otra parte, el homenaje a
mi querido amigo Toño, aquél de quien os conté que fue compañero mío en nuestras primeras andanzas musicales, y que falleció tras unas gravísimas complicaciones después de haber sido ingresado en el hospital aquejado de la gripe A. El concierto es esta noche, con la participación de todas las bandas en las que tocó.
Pues una vuelta más de tuerca al destino hizo que, de forma inesperada e inoportuna, mi madre falleciera el jueves por la mañana cuando lo que se esperaba era todo lo contrario: que saliera del sanatorio donde se encontraba ingresada, dado que todos los síntomas invitaban a que le dieran el alta médica esa misma mañana.
Mi primera decisión fue tajante. Iba a suspender mi participación en los dos eventos. No tenía fuerzas ni ganas de nada. Pero con el paso de las horas, fui cambiando de opinión y al final decidí que, sacando fuerzas desde el fondo de mi corazón, y teniendo en cuenta lo que implicaba renunciar, cumpliría con ambos compromisos. Por desgracia no puedo hacer más por ella, y sí por los demás, por Toño y por mi hija mayor que también participaba en el primer festival.
Os dejo con dos temas relacionados con todo esto que os estoy contando. El primero de ellos es uno de los que voy a tocar esta noche con mis antiguos compañeros de grupo, más un montón de amigos que se subirán al escenario para tocar todos juntos este tema. Espero que salga todo bien.
Y en segundo lugar, una especial dedicatoria. Va por ella.