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El año 82 americano, el año de 'Nebraska'

Mientras en Inglaterra 1982 fue un años de flujos y reflujos, de búsqueda y evolución, en Estados Unidos transcurrió sin excesivas novedades, manteniéndose la tónica de años anteriores, asunto que se trasladaba irremisiblemente a la producción y venta de discos. 

Dos interrogantes se mantenían desde 1974: ¿no hay mejor música porque no salen mejores artistas, o no hay buenos artistas porque la industria no lo favorece? ¿Se venden menos discos por falta de imaginación, o las editoras apoyan sólo el negocio seguro?

En 1976, en Estados Unidos se comenzó a otorgar el "disco de platino" para galardonar a aquellas grabaciones cuyas ventas superaban con creces las del ya clásico "disco de oro". Analizando los datos, se observa que de un año de máximo optimismo -1978-, en el que los álbumes de platino casi doblaron a los de 1977, se pasó a la debacle en 1979, con un descenso brutal que llegaría hasta 1982. Ni siquiera el anuncio de la salida de la crisis económica tuvo efecto alguno.

A los datos anteriores hay que añadir la bipolarización en torno a las dos principales compañías discográficas: CBS y WEA. Esta concentración determinó también el apoyo mínimo a los nuevos artistas, en contraste con la gran proliferación de sellos independientes y una "lucha" editorial mucho más fuerte al otro lado del charco.

En ese ambiente de ambigüedad musical, en el que lo más destacado fueron los debuts en solitario de gente como Robert Plant o Donald Fegen, las aventuras al margen de sus bandas de Don Henley, Glenn Frey o Steve Nicks, por citar algunos, y el aplastante éxito del primer disco de Asia amén de las irrupciones de Men at Work y Human League, es de justicia destacar el perfil de una obra: Nebraska, de Bruce Springsteen, sexto álbum del de New Jersey, de que ya hablé aquí en su momento.

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Soft Machine, el Canterbury sound

De las muchos acontecimientos acaecidos en 1967, uno de los años más gloriosos de la historia de la música rock, es ciertamente relevante al aparición del esbozo de Soft Machine, segundo grupo crucial del psicodelismo británico en sus orígenes, que surge en Canterbury a partir de una banda llamada Wilde Flowers.

Los Wilde debutan en 1964 con Brian Hopper, Richard Sinclair, Hugh Hopper y Robert Wyatt, con un estilo próximo al rock and roll y al jazz partiendo del rhythm and blues. Sucesivos cambios en la formación, incluida la incorporación de Kevin Ayers, hacen que la banda se fragmente, surgiendo de una de esas porciones Soft Mchine -nombre tomado de una novela de William Burroughs, como muchos de vosotros sabréis-. El grupo estaba integrado en principio por Wyatt, Ayers, Mike Ratledge y Daevid Allen.

Antes de hacerse un hueco en la escena musical británica, vagaron durante un tiempo por diversos clubs de Londres y realizaron algunas grabaciones. Posteriormente, a lo largo de 1967, se convierten en estrellas del club UFO, junto a Pink Floyd. Aún así, no consiguen grabar hasta pasado un tiempo cuando por fin editan su primer single, 'Love makes sweet music'


Finalmente, en 1968, después de fraguarse su popularidad sobre todo en Francia, graban durante su gira por Estados Unidos su LP de debut, de nombre homónimo (conocido también como Volume One). De aquel álbum se publicaría un primer single, 'Joy of a toy', tema representativo de la propuesta de la banda.


Poco después, Allen deja la banda y su plaza es ocupada por Andy Summers (The Police), pero finalmente la formación se separa ese mismo año 1968.

A partir de entonces, como era bastante habitual en la época, se producen diferentes movimientos en el grupo, dando lugar a separaciones y refundaciones sucesivas, dejando al comienzo de ese tortuoso camino, el para muchos mejor LP de su discografía, el doble Third, publicado en 1970, tras haber incorporado una sección de viento. Se conformaba una avanzada concepción jazzística, opuesta a la psicodelia inicial, y que ya se extendería a los siguientes álbumes de la banda.

El devenir de los Soft Machine continuaría hasta 1981, año en el que grabarían su último disco, The land of cockayne, cuando ya no quedaba ningún miembro de la formación original.
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El "escándalo Payola"

Hablaba el otro día en la entrada sobre el fin del rock and roll del "Escándalo Payola". Por no hacer la entrada demasiado extensa, no entré en materia, así que ahora es el momento de dejar unas cuantas pinceladas sobre aquel suceso.

La guerra latente entre la ASCAP (American Society of Composers, Authors and Publishers) y la BMI (Broadcast Music, Inc.), algo así como dos SGAEs americanas, concluiría en 1959, cuando comenzaba el declive del rock and roll.

La ASCAP, y las grandes compañías, defendían que el éxito del rock and roll no podía ser debido a causas "naturales", sino a los sobornos (pago de dinero, regalos, vacaciones pagadas, participaciones en ganancias, etc.) que disc-jockeys y emisoras recibían de las pequeñas compañías para que sus discos sonasen por radio y TV, con lo que, además del aumento de las ventas, cobraban los derechos de emisión. En realidad los sobornos de este tipo son conocidos a lo largo de la historia de la música. Obviamente, en el caso del rock and roll, también existió, pero ni mucho menos fue el responsable del gran impacto social y musical del género, cuyos detractores veían en su ritmo una degeneración espiritual y una pérdida de la decencia, impulsada por "oscuros intereses".

El primer revuelo se levantó cuando las grandes editoras dejaron de pagar a los disc-jockeys y algunas emisoras despidieron a aquellos de sus empleados que despertaban mayores sospechas de haber sido sobornados. Muchos de ellos fueron hallados culpables o confesaron irregularidades importantes. A principios de los 60 empezaron a dictarse sentencias. La limpieza pretendía ser efectiva en todos los estamentos.

Los grandes acuasdos del "Escándalo Payola" fueron Alan Freed (el más importante introductor del rock and roll) y Dick Clark (el presentador de TV más popular de aquellos tiempos). Clark resultó absuelto al final de un largo y farragoso proceso, después de ser capaz de demostrar su buena voluntad, y siendo declarado como un "hombre honesto".

Peor suerte tuvo Freed, la gran víctima del conflicto y auténtica "cabeza de turco" de todo el escándalo. Fue declarado culpable y acabó desprestigiado, arruinado, sin trabajo y hundido moral y físicamente. Moriría a principios del año 1965 a los cuarenta y tres años, sin dejar de repetir una y otra vez que era inocente.

Para entonces los Beatles ya habían vuelto a poner la música y la rebeldía en todo lo alto. Al final, el "Escándalo Payola" sirvió para matar al rock and roll, que ya estaba herido de muerte por entonces, y también para matar "legalmente" a su inventor y máximo impulsor: Alan Freed.

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El fin del rock and roll

Mucho se ha escrito sobre el ocaso del rock and roll allá por 1959 para regocijo de sus detractores, que predijeron su fin y pudieron respirar tranquilos entonces. Algo así como si como si con su hundimiento fuera a detenerse el mundo. Sin embargo, de la misma forma que no surgió en un día, ni fue un movimiento casual, su fin fue el resultado de la suma de diversas circunstancias.

El rock and roll había sufrido el más intenso desgaste que pueda soportar un fenómeno social. incluso mucho más acusado que el de otros posteriores. porque fue el primero y, junto a su fuerza, mostró también su propia endeblez al fallar algunas de sus bases fundamentales. El tiempo demostró que su herencia iba a ser bien aprovechada y que la música rock podía superar sus peores momentos, pero en 1959 se desvanecieron muchas ilusiones que no debieron perderse aunque la presión de las circunstancias adversas fuera muy intensa.


Atendiendo al canto del cisne de los "cabezas de serie", puede apreciarse con claridad que la extinción del rock and roll fue propiciada por una serie de hechos distintos: el retiro parcial de Elvis al incorporarse a filas; la muerte de Buddy Holly en aquel fatídico accidente aéreo en febrero de ese mismo año; el deterioro, por diversos motivos ajenos a la música, de la imagen de las principales figuras del género, léase Jerry Lewis, Chuck BerryLittle Richard, Gene Vincent o Carl Perkins... Y como colofón, la gran embestida de los poderes públicos contra el rock, escondiéndose tras la pantalla legal del "escándalo Payola", del que hablaremos otro día. Todo ello sin olvidar a los llamados screen stars (cantaban medianamente bien, eran muy atractivos, imitaban un poco o un mucho a Elvis, y entonaban dulces baladas románticas encaminadas a la sensiblería de las teenagers).

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Nuevas formas para una nueva música

Supergrupo, macrobanda. ascociación, disco pirata. in live, jam session, free festival... la terminología rock iba a conocer en 1969 un importante complejo de nuevas situaciones, de nuevas formas de vivir y de tocar, que pronto habrían de cambiar los valores sobre los que hasta entonces se había sustentado la evolución de la música.

Esta rica y variada complejidad no siempre favorecería una mayor comprensión de lo que iba a suceder en cada momento histórico, pero evidentemente sería el claro reflejo de un universo cambiante que vivía y latía, de manera constante e infinita.

De la misma forma que, en los años 70, la proliferación de estilos modas y tendencias se dispararía en manos de un mercado voraz que buscaba lo nuevo antes de haber asimilado lo anterior, paralelamente esa terminología rock tendrá que dar sustento a toda la avalancha que se avecinaba.


En el año 69 todavía era un solo movimiento, el vanguardista, el cual englobaba casi todo lo que se cocía: heavy, jazz-rock, intimismo, country-rock... Pero ya no había grupos, sino supergrupos; y no había formaciones de nueve miembros, sino macrobandas; ni había reuniones, sino asociaciones.

¿Qué valor tenía cada término? ¿Qué significaba? A veces mucho y a veces nada; pero fueron parte de la historia del cambio del rock. Lo más curioso es que todo esto surgió de forma espontánea, como casi siempre en música. La mejor canción puede ser escrita en la parte trasera de un coche, yendo del hotel al concierto, y terminarse en veinte minutos. El éxito algunas veces no requiere meses de búsqueda, sino la inspiración adecuada en el momento preciso.


En el año que nos ocupa, una generación de artistas, comentaristas, productores o ejecutivos de editoras, se encontraron con una dimensión nueva y con palabras que sonaban a viejas. Alguien dijo un día que Chicago era una macrobanda, o que C,S,N & Y no eran un grupo, sino una asociación libre de elementos.

Ese fue el comienzo y hoy es tan historia como la misma música que ellos hicieron.

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Lynyrd Skynyrd - Southern by the grace of God


En 1987, hace ya treinta años, Lynyrd Skynyrd se reunía para hacer una larga gira con los miembros de la banda que habían sobrevivido al accidente acaecido diez años atrás: Gary Rossington, Billy Powell, Leon Wilkeson y Artimus Pyle, junto con el guitarrista Ed King, que había dejado la banda dos años antes del trágico suceso. Johnny, hermano de Ronnie Van Zandt, pasaba a ser la voz solista.

Otro de los miembros fundadores, Alex Collins, que había quedado paralítico en 1986 debido a un accidente de coche, hizo las veces de director musical de la gira.

Aquel tour les deparó algún que otro problema legal, debido al acuerdo que se había firmado después del accidente para que nadie explotara la marca Lynyrd Sknyrd. El tema se zanjó con el abono del 30% de las ganancias a las viudas de Ronnie Van Zandt y Steve Gaines (que se había incorporado a la banda en 1976), entre otros acuerdos.


El resultado de aquella reunión se plasmó en el doble directo Southern by the grace of God: Lynyrd Skynyrd Tribute tour 1987, publicado en marzo de 1988. Un disco que quedará para el recuerdo de muchos de sus fans como el homenaje a una gran banda que se vio brutalmente golpeada por el destino. El momento final de los conciertos con la interpretación de 'Free Bird' es una pasada. Es un poco largo para ponerlo por aquí, pero lo recomiendo a quien no lo haya visto. Os dejo el enlace: 'Free bird' (1987)




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Radio y TV en la Inglaterra del rock and roll

En comparación con el auge producido por la llegada de The Beatles en los años 60, la radio y la TV de los años 50, y en especial del período comprendido entre la mitad de ella y el comienzo de la siguiente, estuvieron presididas por una relativa inoperancia gradualmente superada.

La radio británica, dominada por la BBC, no varió sus normas ni su rigidez hasta que las radios piratas y la revolución beat la hicieron tambalear. Si bien el rock and roll fue asimilado en Inglaterra por el éxito de Elvis Presley, la sublimación del skiffle como género, y ya entre 1959 y 1962 la aparición de Cliff Richard y los mejores artistas del pre-beat, no puede decirse que la radio prestara una gran atención a la música.

La televisión estuvo en mejor disposición y a ella correspondieron los mayores logros. Durante los años 50, el programa inglés de variedades que mejor supo mostrar los caminos de la música fue Teleclub, y con el boom del rock and roll, apareció Cool for cats. Pero fue a finales de esa década cuando se lanzaron los dos grandes programas dal cambio: primero 6.5 Special -impulsado por la BBC a principios de 1957- ,y después Oh boy! -de la mano de la ITV (cadena independiente) a mediados del 58 y auténtico motor de la apertura inglesa. Al año siguiente surgirían otras emisiones de menor entidad, tales como Juke box jury, Boy meets girl, o Drumbeat, antesala del Top of the pops.



Y durante los años 60 el despliegue fue aún mayor. Aparecieron nuevos programas destinados al público juvenil, como Wham! y el Tin Pan Alley Show, pero nuevamente fue la ITV la que logró el mayor auge con el conocido Thank you lucky stars. enlazando directamente con el nacimiento de los Fab Four.


A partir de este momento sonó la hora de Ready, steady, go! y, por supuesto, Top of the pops, programas clave en plena fiebre beat hasta pasada la mitad de los 60.



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Factores de cambio en la segunda mitad de los 70

Pese a los éxitos, los discos de oro y las cifras de ventas que parecían indicar que no pasaba nada, la situación del rock a mitad de los años 70 era crítica.
La realidad era bastante cruda: carencia de ideas, comienzo de la nostalgia y una infraestructura económica marcada por el abismo brutal que existía entre miles de grupos sin posibilidades de grabar y competir con los gigantes, mientras estos sacaban discos con costos alucinantes.

Varios factores se dieron en esos momentos. Por un lado, dos de las más prestigiosas firmas discográficas de los 60, EMI y DECCA, se abocaban a su fin, entre otras cosas porque reflejaban la situación de un mundo cambiante en el que las viejas estructuras se derrumbaban y las nuevas tenían que surgir tarde o temprano. Estamos hablando de las compañías independientes, que contribuirían a originar el primer gran cambio en la industria del disco.

Las pequeñas compañías estrujaron su imaginación en busca de nuevas sensaciones y las ideas no faltaron. El público que sintonizaba con esta orientación se convirtió en la nueva panacea del mercado rock. Miles de jóvenes, a años luz de Eric Clapton, pongamos por ejemplo, se buscaban la vida con guitarras caseras y temas de dos o tres acordes, e impusieron su ley, en los pequeños locales donde descargaban su furia.

Por otro lado, la primera muestra de la regeneración del mercado se dio hacia 1978, momento en el que la venta de singles llegó a duplicarse. En términos económicos, supuso toda una conmoción y una salida llena de perspectivas. Pero, en términos musicales, y hasta en términos sociales, mostraba la existencia de un nuevo público, adaptado a un tiempo de crisis y decidido decantarse por una vuelta sin concesiones a los orígenes, a los 50 y los primeros 60, cuando el single, la "canción", era lo fundamental. Una reivindicación de lo básico y de lo que había funcionado las dos décadas anteriores.

A parir de 1978, sobre todo en Inglaterra, la palabra "cambio" volvió a señalar el rumbo de la evolución del rock. El público joven vio en el single no sólo una forma más barata de llegar a la mísica, sino también una vuelta a los orígenes del rock.


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Dylan y los Beatles, influencia mutua

La escena americana comienza a cambiar en el otoño del año 1964. Todos los estilos sienten el impacto de la expansión del rock promovida por el "boom" de los Beatles y de todos los grupos ingleses y americanos que les imitan. El folk no va a ser menos.

Los Blues Project, uno de los grupos básicos de la época, graban en ese otoño su primer álbum. Bob Dylan participa en ese proyecto con uno de sus seudónimos -Bob Landy-. Todos los miembros de la banda provienen de las élites folk del Village neoyorquino, pero juntos editan un álbum rebosante de talante rockero. Aquello influye en Dylan con irremediable repercusión en su siguiente disco, surgido a partir de ideas, sonidos y emociones que difícilmente podría reproducir con su acústica y su armónica.

Además, nacen grupos que darán el giro a 1965 y devolverán a EE.UU. una supremacía creativa, especialmente por el desenvolvimiento de la cultura hippy en el 66. Estamos hablando de bandas tales como The Byrds, Paul Butterfield Blues Band (en la que estaba Mike Bloomfield, decisivo en la electrificación del bardo de Minessota a mediados del 65, y en el Highway 61 Revisited), y los Fugs, que marcan la vanguardia del psicodelismo.

En la gira americana de los Beatles en el 64, Bob Dylan se reúne con ellos por segunda vez -la primera había sido cuando estuvo en Inglaterra y los había conocido, manifestando ya entonces su admiración y respeto por los Fab Four-. Su recíproca influencia se refuerza, y se mantendrá en el tiempo. Mientras Bob se deja arrastrar por la magia del rock y de las posibilidades que le ofrece, John Lennon queda cautivado por la personalidad del judío.

La primera canción compuesta por Lennon bajo este influjo, 'I'm a loser', será el más vivo testimonio de que la música no camina sola, a impulsos de los genios rompedores, sino en base a una sólida unión cuyos conceptos van forjándose entrelazadamente como las partes de una cadena infinita.

Dylan y los Beatles, los más grandes líderes de los años 60, quedan de esta forma atrapados en el desarrollo de sus propias evoluciones. No habrá excesivos puntos de contacto en el futuro, pero el origen quedará grabado en la historia de la música rock.

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Los tres frentes de la Gran Bretaña de 1974

El abismo abierto entre la comercialidad y la calidad quedó perfectamente delimitado a lo largo de 1974 en la Gran Bretaña.de la crisis.

Por un lado, se publicaron muy pocos LPs, descendiendo en algunas compañías hasta en un setenta por ciento las novedades que se editaban con respecto al año anterior; y los que triunfaban se eternizaban en las listas de éxitos sin apenas moverse, repitiendo sus posiciones semana tras semana, como por ejemplo Band on the run (Paul McCartney & Wings,), Tubular Bells (Mike Oldfield), Dark side of the monn (Pink Floyd), etc.



Frente a ello, las listas de singles eran un hervidero, el lugar en que se planteaba la batalla pop. Dentro de la música comercial, aparecieron los conocidos como hit breakers, que eran discos que en unos días se disparaban en los rankings, llegaban a las posiciones de cabeza o al número uno, vendían millones de copias, eran machacado por las emisoras de radio y las discotecas, y en pocos días desaparecían del panorama discográfico, superados por otros similares. Como ejemplo de este fenómeno podríamos citar: 'Tiger feet' (Mud), 'Merry Xmas everybody' (Slade), 'Devil gate drive' (Suzi Quattro), 'Jealous mind' (Alvin Stardust), o 'Teenage rampage' (Sweet), entre otras muchas. Sin duda, 1974 fue uno de los años en que esos discos "rompedores" tuvieron su mayor auge.



Y en tercer lugar, durante aquel año floreció un creciente interés tanto por algunos de los líderes de otros tiempos -Syd Barrett, John Cale, o Kevin Ayers, por citar algunos- como por artistas situados en la nueva vanguardia del sonido en aquel momento.

En definitiva, la crisis iniciada en el año anterior, se mantuvo en 1974 y los siguientes, y actuó como un cuchillo que separó un pasado repleto de vitalidad de un futuro incierto.





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El universo psicodélico

Londres no era San Francisco en 1967, pero era un centro del pop, un foco de vanguardia, un germen de inquietudes.

A finales de 1966, en el mes de octubre, un festival en el Golden Gate Park de San Francisco convocaba a 17.000 hippies, con sus flores, sus lemas, su primer esbozo de potencia y su poder. Y eso fue lo fundamental: el poder. Hasta ese momento, el movimiento hippy había sido algo colorista y pintoresco; pero no había sido algo tomado en serio, ni mucho menos, por la sociedad. Después de aquel festival, las flores y los lemas se hicieron famosos. Menos de un año después, Monterrey y su espíritu sacudían la música y el pensamiento mundial.


Londres no era San Francisco, decía, pero durante el famoso verano del '67 la ciudad cambió, se vistió de luz y de color. Fue un estallido pop, un estallido para los que sólo miraban a los Beatles y a los que dominaban los top 10 de éxitos. En definitiva, fue la consumación de una realidad: la psicodelia

En todo ello influyó, por una parte, el hecho de que la música había roto las barreras de la distancia para convertirse en el vehículo más rápido para difundir una noticia, propagar una moda o gritar a los cuatro vientos un cambio. Por otro lado, los "mayores" podían escuchar una canción pop y no captar su mensaje. Para ellos, el sonido era una tortura eléctrica; y los cantantes, unos vocingleros insoportables. 

La revolución pop contaba con un arma directa y abierta. Mientras en Estados Unidos contaban con la voluntad de una generación rebelde, que protestaba por una guerra y que buscaba sus propios paraísos, en Inglaterra los medios eran los generados por el propio estallido del pop: clubs, radios piratas y, por supuesto, un público ávido y siempre renovado que buscaba sus propias notas identificativas, su música

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Bread - 'Make it with you'

La banda americana Bread surge en Los Angeles en 1969 como unión de tres talentos separados, ocupados en la producción, la composición y la ejecución instrumental, respectivamente. Ellos son David Gates, James Griffin, Y Robb Royer. David Gates había tocado en los años 60 con Leon Russell, Carl Perkins o Chuck Berry, entre otros; además, produjo a Pat Boone y al grupo Pleasure, formación donde tocaba Royer, y Griffin es el autor de los temas junto con él.

Gates, Griffin y Royer se unen formando Bread. Gates se ocupa de la guitarra, teclados, violín y voz; Griffin, de la guitarra y la voz; y Royer, del bajo, guitarra y voz. 

El primer álbum, Bread (1969), lo graban con Jim Gordon a la batería, pero sin que figure en el grupo. Cosa que sí pasaría con Might Botts en el segundo disco, convirtiéndose el trío en cuarteto. Este segundo trabajo, On the waters (1970), les convierte en uno de los grandes grupos de ese año y de los siguientes, gracias al éxito del single 'Make it with you'

Consolidados como autores e intérpretes, la era dorada de Bread alcanza su plenitud con los tres discos siguientes, de los cuales quedan para el recuerdo temas como 'If', 'I'm-a want you', 'Guitar man' o 'Sweet surrender'. 

A partir de ahí empieza a haber cambios en la formación con la salida de Robb Royer, a lo que se unen las diferencias personales entre Gates y Griffin, las cuales darán como resultado la disolución de la banda en 1973, momento en el que cada miembro se dedicaría a su carrera en solitario, amén de una posterior, breve y frustrada reunión en 1976. 



Como ha ocurrido en muchas otras ocasiones, una gran banda pero con una efímera andadura musical.
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El arte y la moda rock en los 70

La masificación generada en torno al rock y su industria a finales de los años 60 daría origen a una subindustria de tremenda vitalidad, que convirtió la década de los 70 en el paraíso de la creación en muchos aspectos, especialmente en el diseño gráfico, en donde la libertad creativa halló su mejor campo de expresión.

Los 70 añadieron a las modas de la década anterior la utilización de distintivos (badgets) en sus más variadas formas: botones, pins, chapas, logotipos en tela, bolsos... a partir de lo cual surgiría, como no podía se de otra manera, una industria basada en la explotación del mito. En un momento en que la imagen era vital para el lanzamiento y consolidación de los artistas, esta moda elevó todavía más las cotas de mitificación de los monstruos de la música e impulsó de forma paralela una peculiar relación artista-público.

Donde el arte rock sobrepasó todas las barreras como parte de una nueva cultura fue en la creación de las portadas de los álbumes. La superficie de las cubiertas (30 x 30cm) pronto fue el soporte de una sorprendente manifestación creativa que en poco tiempo mereció la atención de los más importantes investigadores de la imagen y de los mejores grafistas, diseñadores y hasta de pintores o fotógrafos de elevado prestigio. Las portadas se convirtieron en auténticas ventanas de un mundo de prodigiosa riqueza creativa, a través de las cuales se filtraba la libertad sin límites del rock.

Como consecuencia de todo lo anterior, surgieron empresas especializadas en el diseño de portadas (como Hipgnosis, la más famosa de ellas); por otra parte, un LP que podía vender dos o tres millones de copias bien merecía la mejor presentación, por lo que algunas discográficas llegaron a tener departamentos artísticos de reputada calidad con incluso directores de arte (Fabio Nicolli, de A&M, por ejemplo), o dibujantes de portadas (Roger Dean, creador no sólo de varias portadas sino también de la escenografía de Yes). 


En resumen, la portada de un disco, en cuanto a manifestación artística, se convirtió en uno de los mayores logros de la cultura generada por la música de aquella época. Los grandes artistas llegaron a editar sus discos sin un solo titular en sus portadas, reforzando la simple imagen como manifestación creativa y reclamo visual.

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La prensa musical en la Inglaterra beat


El fenómeno Beatle, así como el creciente auge de la música pop en Gran Bretaña a partir de 1963, tuvo una estrecha relación con los medios de difusión. Junto al papel importante desempeñado por la televisión y también por la radio, cabe destacar la decisiva aportación de los semanarios especializados en música.

Un dato significativo revela, mejor que cualquier otra aportación, la fuerza del pop en la mitad de los años 60 y la avidez del público por conocer, informarse y llenarse de aquella fantasía espectacular. Valga un ejemplo para ilustrar lo que estoy exponiendo: New Musical Express tenía un tiraje medio próximo a los 100.000 ejemplares a finales de los años 50; en cambio, entre 1964 y 65 el tiraje se llegó a triplicar. En parecidas circunstancias se movieron todos los semanarios.

También es evidente otro dato; en los años 70, pese al notable incremento de la música, de los recursos y del consumo en general, la tirada media de la citada publicación fue de unos 200.000 ejemplares a la semana. La Inglaterra beat fue un disparo mágico que envolvió a todos.

Los principales semanarios británicos dedicados sólo a la música en la década de los 60 fueron el propio New Musical Express (fundado por Maurice Kinn en 1952), Melody Maker (fundado en 1926) y Record Mirror (entre 1954 y 1991), pero especialmente los dos primeros. Estas dos publicaciones, que por cierto se fundieron en una sola empresa en el año 2000, supieron evolucionar desde sus tiempos iniciales para convertirse en las voces escritas del mayor fenómeno musical de todos los tiempos. 

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Quadrophenia, obra clave de 1973

En el año 1973, Pink Floyd denunciaba con su tema 'Money' el excesivo poder del dinero en el mundo del rock. Y en mayor medida, encontró un mayor eco si cabe en Quadrophenia, la nueva ópera rock de The Who, editada ese mismo año. Pete Townsend llevaba el concepto de Tommy más allá de la función musical.


La historia del niño ciego, sordo y mudo tendría en 1973 un colofón espectacular con su trasvase al teatro, y su presentación en Londres, fue todo un éxito. Se hablaba incluso de llevarla al cine. Pero mientras Tommy continuaba latente, Townsend y The Who editaban Quadrophenia, uno de los mejores cantos rock de la década de los 70. Es tanto una imagen de la Inglaterra de mitad de los 60, como un planteamiento personal de cara a los 70. La historia de Jimmy, un chico sometido a las presiones de un mundo que suele ser demasiado grande cuando se es joven, pero que al mismo tiempo parece fácil de conquistar por esa energía de la juventud; es un canto de amor y muerte, de pasión y vida.

Pete Townsend, uno de los mejores poetas de la generación rock y el que mejor y más directamente resumía en sus canciones todo el germen de la rebeldía, el ensalzamiento, el éxtasis y el despertar brusco de las distintas sub-generaciones desde mediados de los 60, volvía a mostrarse insolente, purista, desafiante y, por una vez más, revelador en su gran obra.


El doble LP, con un éxito inmediato en Estados Unidos e Inglaterra, tardaría en causar el revuelo de Tommy o en crear el impacto posterior gracias a su conversión cinematográfica, tuvo un papel fundamental en aquel año.

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El último año de la inocencia perdida

La historia tiende a confundir la nostalgia con la realidad. Hablar de los felices 60 a toro pasado es una especie de fórmula para pretender capturar el pasado y de reconstruir todo un fenómeno comercial tras la crisis creativa de los 70.

Decir que el brillo dorado de 1967 es irrepetible es hablar de hechos probados, aunque sin olvidar que en ese año el pop ya era un gran montaje, un artificio que se consumía a sí mismo con una velocidad alucinante. En cambio, 1966 mantuvo todavía sus últimos restos de honestidad, casi de inocencia. El pop fue la brisa fulgurante que precede al temporal y anuncia la fuerza cambiante del tiempo. Canciones, artistas, situaciones... todo era aún como un pequeño instante suspendido en la historia con un valor específico. Ese último soplo de inocencia se vio sacudido ya en 1967 con el estallido del gran año del pop.


Trece años habían pasado desde que el rock and roll sacudiera los cimientos sociales; y la segunda sacudida de los 60 estaba a punto de hacerse presente. Cuando la máquina industrial borró esa fantasía y de la inocencia se pasó a la perversión del progreso, la música dejó de ser un fluido multicolor para convertirse en una filosofía en muchas ocasiones fría, de laboratorio. La sofisticación y el manierismo fueron desde ese momento las constantes de la industria. La música siguió siendo música en la cabeza de algunos autores y en la ideología de algunos grupos; pero en cuanto al sonido, envasado en el disco, o la imagen, comercializada visualmente para ser vendida al público, perdieron esa inocencia que en 1966 todavía era la virtud del pop.

El último mensaje de aquel año, en el floreciente Londres, mientras Hendrix debutaba en público, los Beatles componían Sgt, Pepper's y Dylan se recuperaba en Estados Unidos, era el los Beach Boys californianos cantando 'Good Vobrations', las últimas vibraciones de todo un mundo.

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Mirando al futuro... o al pasado (en memoria de Keith Emerson)

Keith Emerson
Sin duda alguna, la página inicialmente más brillante del año 1969, y principios de los 70, la aporta la élite de bandas orientadas al rock sinfónico. Es como si, de pronto, un núcleo de artistas (y de público) despertase del pop y volviese la vista al pasado... o al futuro, merced a los nuevos instrumentos. Es curioso analizar cómo estos últimos, lejos de servir para adentrarse en las infinitas formas del sonido, sirvieron en su inicio para volver hacia las pautas clásicas. ¿Por qué?

La pregunta es tan interesante como difícil de contestar. Puede que los "músicos-músicos", para intentar diferenciarse de los demás, hicieran gala de su técnica y de sus conocimientos; y nada mejor que ejecutar un pasaje de clásico para demostrar sus aptitudes. El recientemente desaparecido Keith Emerson, "descendiente" de los T-Bones de Gary Farr, ya había ejecutado suites al frente de sinfónicas con el grupo Nice, por ejemplo. Los sintetizadores crearon una nueva dimensión, pero los grupos que los empleaban lo hacían sobre todo para crear auténticas páginas de rock sinfónico.

En los compases iniciales de 1970 se forma Emerson, Lake and Palmer, con Emerosn (procedente de Nice), Greg Lake (recién llegado de King Crismson) y Carl Palmer (que surge de Atomic Rooster). Por otra parte, una banda de heavy como es Deep Purple, incide en el género sinfónico enfrentando -o uniendo- a un grupo de rock con una orquesta sinfónica, en plan experimento de la mano de Jon Lord. También hubo otras bandas que tendrían puntos de contacto con el llamado art-rock, como los citados King Crimson, Genesis o Yes, entre otros. 

Para algunos esto sería un retroceso, o una fórmula para convertir en serio el pop, cuando el pop no necesitaba seriedad; y también un modo de hacer aburrido el rock o de hacerlo grandilocuente. Lo cierto es que en los 70 cada alternativa rock tuvo sus detractores y sus fieles, haciendo del sinfónico uno de los causantes de mayores polémicas; sin olvidarnos de que fue también una parte del vanguardismo y que en el año 1969 algunos discos del género aparecieron bajo el marchamo de la etiqueta underground.


Sirva este artículo de homenaje a uno de los más grandes músicos de la historia del rock, Keith Emerson, fallecido el pasado 10 de marzo. DESCANSE EN PAZ.
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1968, el duro año Stone

Una de las épocas más duras de la historia de los Rolling Stones es 1968, año en que se publica Beggar's banquet. De entrada, Decca, su discográfica, se "asusta" ante la portada del álbum, en la que se ve un lavabo público con frases dibujadas en la pared. Ya sabéis, "Lyndon ama a Mao", "John ama a Yoko", dibujos de mujeres desnudas y alusiones fuertes a la religión y la política... 

Portada prohibida de Bagger's blanquet

Decca dijo no a la portada; y el álbum, que debía editarse el día del cumpleaños de Mick Jagger, 26 de julio, se demoró hasta diciembre, publicándose al final con una portada en blanco. No faltó quien asoció todo esto con el álbum blanco de los Beatles. A estas alturas, los Stones ya habían decidido crear su propia compañía de discos.

Portada editada de Bagger's blanquet' (Rollins Stones, 1968)

Por si faltara poco, se editó 'Street fighting man', como avance del LP en Estados Unidos. Las autoridades de varios estados lo prohibieron por considerarlo subversivo. En Inglaterra ni siquiera llegó a editarse.

Portada de 'Street fighting man'

Y junto a este freno discográfico, existía ya otro freno interno: Brian Jones, con todos sus problemas médicos y legales. Aún tardaría un año en dejar la banda y morir lamentablemente en circunstancias extrañas.

Brian Jones

Y para acabar el año, iniciarían el Rock and Roll Music, proyecto que no llegarían a culminar. Salvo álbumes piratas, ni el film para la televisión ni la banda sonora llegaron a publicarse.

Un año realmente negro en la biografía musical de Jagger y compañía.

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Dylan, Cash and The Nashville Cats

Portada de Dylan, Cahs and The Nashville Cats:
A new music city (2015)

Siempre he sentido gran admiración por los músicos de estudio. Hacen una labor sorda, en segundo plano, lejos de los grandes créditos de los discos. Pero eso sí, un trabajo impagable.

The Nashville Cats hace referencia a un grupo de músicos que allá por los 60 y 70 aportaron su granito de arena a multitud de grabaciones en los estudios de Nashville a la sombra de gente como Neil Young, The Byrds, Joan Baez, J.J. Cale, y un largo etcétera. Gente tan "poco conocida" como Norbert Ptuman, Kenny Butrey o Buddy Spicher. Supongo que algún gran entendido en la materia los tendrá controlados, pero normalmente no es así.

Dylan, Cash and The Nashville Cats: A new music city es un disco que recopila más de treinta temas y que sirve de homenaje a todos aquellos músicos, a los autétnicos "obreros" del negocio. Temas de Leonard Cohen, varios de Dylan y Cash, Simon & Garfunkel, George Harrison, The Byrds, Wings, Kris Kristofferson... 

No hay novedades, aparte de una toma alternativa de un tema de Dylan, pero cumple su misión. De lo mejorcito del country rock en esta recopilación. 

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Vendida la acústica robada a Lennon

Cuenta la leyenda que la guitarra acústica con la que John Lennon grabó temas como 'P.S. I love you' o 'Love me do', entre otros -una Gibson J-160 E-, fue robada en un concierto de Navidad en 1963. 

Lennon con su Gibosn J-160 E
El actual propietario la compró a finales de los sesenta sin saber que había sido robada a Lennon. Al parecer, fue identificada por él mismo el año pasado, tras observar similitudes entre esa guitarra y otra mostrada en un artículo sobre la colección de guitarras de George Harrison. Ambos compraron dos guitarras idénticas en Liverpool en 1962. Un experto confirmó la autenticidad del instrumento a partir del número de serie, las vetas de la madera y otros detalles.

Pues bien, el pasado 7 de noviembre de este mismo mes, ha sido vendida por algo más de 2,4 millones de dólares en una subasta en Beverly Hills. Se trata de uno de los mayores precios alcanzados por un instrumento musical de colección, superando ampliamente los 965 mil dólares pagados en una subasta de Christie's en 2013 por la guitarra eléctrica con la que Bob Dylan asombró a los espectadores en el festival de Newport, en 1965.

La parte buena de la historia es que la mitad del dinero -pagado por un comprador anónimo- se destinará a la Spirit Foundation, creada por el propio Lennon junto con su esposa, Yoko Ono

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